Los dibujos pueden estudiarse durante el análisis de la misma forma que el material brindado por los sueños.
En la primera infancia, es decir, entre los dieciocho y los veinticuatro meses, el niño experimenta mucho más de lo que expresa. Al principio, el hecho de sostener un lápiz en la mano es ya toda una proeza. Luego, a medida que va creciendo, el dibujo se convierte para él en un juego. Paulatinamente, sus trazos se orientan y van tomando forma. El niño comienza a controlar este medio y pronto podrá expresarse a través de él. Algunos niños controlan perfectamente el lápiz desde los tres años, mientras que para otros, (e incluso para determinados adultos) el hecho de manejar un lápiz de dibujo es un verdadero suplicio.
El dibujo representa en parte la mente consciente, pero también, y de una manera más importante, hace referencia al inconsciente. No debemos olvidar que lo que nos interesa es el simbolismo y los mensajes que el dibujo nos transmite, no su perfección estética.
Sin darse cuenta, el niño traslada su estado anímico al papel.
Es recomendable dejar que su imaginación se manifieste con toda libertad. En algunos niños su deseo de expresión se canaliza a través de otros medios como la música, la danza, el canto o los deportes u otros juegos. Cada uno encuentra el que más le conviene.
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